18/12/06

El sábado fui a Avignon. Sandra tenías razón. Mucha. Avignon es una ciudad alucinante. Bueno, a mi la alucinación me alcanzó para cuatro horas y medio. Luego preferí volverme a la cucha.
Durante ese rato le saqué jugo al carnet de prensa que me fabricaron Hugo y Virg. Recorrí el Palacio de los Papas (recordarán que el ponfiiciado se mudó a Avignon durannte todo el siglo XIV), bailé sur le pont d´Avignon (moi aussi), y visité una colección privada recientemente devenida en museo. Almorcé divinamente (foie grass, no se qué pescado blanco y ananás y li-chis con créme brulé, todo acompañado por dos verres de rouge Coté du Rhone riquérrimo).


La otra cara de esas visitas de haute-culture, fueron las vidrieras. Una impresionante paliza de consumismo pre-Noel. La ciudad que en tiempos de Petrarca era considerada la más infesta de la tierra (a tal punto que los señores y cardenlaes prefirieron utilizar el Puente Saint-Benezet, cruzar el Rhone y fundarse un country club que aún hoy se llama Villeneuve-lez-Avignon) se ha convertido en un shopping enorme, donde los dos bolsos de cuero que vi y me gustaron (sí, no puedo dejar de mirar bolsos de cuero –de chico eran cuchillos, luego anillos, más tarde lapiceras, hoy son bolsos de cuero-) costaban 365 y 650 euros. Mucha guita para un bolso de cuero, no?

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