11/12/08

EL PASAJE SOBRE EL TIEMPO

El pasaje

El Pasaje Rivarola es único. Y, creemos, uno de los más bellos y destacados de la Ciudad de Buenos Aires.

Construido entre 1925 y 1927 por los Arq. Petersen, Thiele y Cruz, los cuatro edificios de la vereda par del pasaje, que por entonces se llamaba La Rural, se disponen de manera simétrica. Si nos posicionamos en el medio de la calle, observaremos que cada puerta, cortina, ventana, balcón, baranda de hierro forjado, balaustrada, moldura, relieve y cualquier detalle de la arquitectura academicista del frontis, se proyecta de manera simétrica hacia ambas esquinas: hacia la izquierda, la calle Bartolomé Mitre (antiguamente calle de la Piedad) y hacia la derecha, la calle Pte. Juan Domingo Perón (anteriormente denominada Cangallo).

Y si luego giramos sobre nuestros pies, enfrentaremos al vereda impar, que nos sorprenderá copiando cada detalle, repitiendo la simetría del conjunto, pero enfrentándola a otros cuatro edificios construidos en espejo al primer cuerpo. Así la original arquitectura de este conjunto es más bien caleidoscópica.

El pasaje que corre paralelo a las calles Talcahuano y Uruguay resguarda de los ruidos del tránsito céntrico a los tres departamentos que hay en cada piso, en cada uno de sus ocho edificios. Una cúpula monta guardia en cada una de las cuatro esquinas en ochava.

Esta es la dimensión espacial del Pasaje Rivarola. Una descripción que el lector puede verificar en parte si se acerca con el zoom de una foto satelital, pero que sólo disfrutará verdadera, completamente en su experiencia de visita, de flaneur.

Los visitantes no se deciden por si el pasaje si tiene un charme parissiene o un “toque” neoyorquino. Pero es sin duda su espíritu de época y la inmanente nostalgia por el pasado el motivo por el cuál se lo ha elegido como escenario de muchas películas (“El juguete rabioso“, “Heroe“, “El tunel“, “La vida de Gardel“, “La señal“, “Roma” …) y es frecuentemente escogido como locación de cortos cinematográficos y publicitarios. Es que el cine se basa en el efecto de la percepción retiniana, la ilusión producida al visualizar imágenes fijas a más de veinticuatro imágenes por segundo. El cine trabaja sobre la idea del tiempo. Sobre el pasaje de un tiempo a otro.

Lo invito a que lo conozca. A medio camino entre el Congreso y el Obelisco, varias líneas de colectivos y de subte lo dejan a una, dos o tres cuadras. Pero si decide venir en taxi debe instruir a los taxistas más avezados de la siguiente manera: “hasta Perón entre Talcahuano y Uruguay” o “hasta Bartolomé Mitre 1350” . Debe evitar decimos simplemente “hasta el Pasaje Rivarola” ya que es muy probable que el taxista piense en el Pasaje La Piedad, un simpático y tranquilo pasaje en U, emplazado a un par de cuadras, sobre Bartolomé Mitre entre Montevideo y Paraná.

Por supuesto algunos sí conocen la ubicación del pasaje y para demostrarlo citan a Gata, el tradicional local donde uno puede encontrar cualquier clavo, tornillo, arandela o mariposa que pueda precisar o simplemente disfrutar su vidrierismo de composición surrealista. O Atorrasagasti, la casa de los mil artículos, a donde de niños íbamos a adquirir unos pocos centímetros cuadrados de cobre para repujar, o cualquier otra cosa. Hace tres años Atorrasagasti ya no está y nos preguntamos desde entonces, ¿dónde se consigue en Buenos Aires linóleo para grabado?

Sin embargo por tradición, perseverancia e incluso la extravagancia de su nombre y su vidriera, el local más emblemático del pasaje es el de Miguel Raab, “La Chacarita de los Relojes”. El mismo comandado por el anciano relojero y más recientemente timoneado por su hijo Juan se especializa en la reparación de relojes de pulsera, bolsillo, mesa, pared y pie de línea europea anteriores a 1950.

Algunos otros conciudadanos representan al pasaje por una librería independiente, resistente y completísima en su temática. Se trata de la Librería de la Imagen especializada en arte, fotografía, arquitectura, diseño y libros de artista.

También funciona en el pasaje, desde hace ya más de diez años, la distribuidora de libros ilustrados Asunto Impreso que no atiende al público pero recibe constantemente la visita de libreros, artistas e intelectuales. Afortunadamente, en los últimos años el pasaje fue elegido por otros proyectos vinculados al libro: hace cuatro años el estudio gráfico Marte Editor que se especializa en libros y revistas, a principios del 2008 la Imprenta tipográfica Pierre de François, hace apenas una semana la Librería de Mujeres y según se ha prometido a nuestras ansias, a principios del 2009 el taller de impresión artesanal del bibliófilo Patricio Gatti.

Si sumamos a esta enumeración el taller de imprenta comercial y el estudio de fotografía, más de la mitad de los locales del pasaje están relacionados a la industria cultural. El resto son dos oficinas de registro automotor, dos mutuales docentes, una carpintería, una vidriería, una óptica por mayor, un importador de la industria oftalmológica, un depósito, un estudio de ingenieros de sonido y un local de instrumentos musicales.

¡Ah, me olvidaba! También es en ese pasaje del barrio de San Nicolás donde escribo estas líneas. Es en ese remanso que muchos eligen para fumarse un porrito como recreo de su peregrinar céntrico, un lugar donde la velocidad del ritmo urbano toma otro dimensión, donde decidí, hace varios años ya, emplazar mi escritorio y construir, a pocos metros de Av. Corrientes, el bunker desde el cual desarrollo proyectos editoriales bajo el sello lamarcaeditora.


Sobre el tiempo

Por sus características edilicias particulares, a pesar del trajín que impone el Centro de una urbe metropolitana, el trato entre los vecinos del pasaje es cordial y ameno. Más de una vez compartimos charlas, cigarrillos, almuerzos y nos acompañamos en inauguraciones o celebraciones. Y así nos contagiamos también de nuestros entusiasmos y obsesiones. Esta es el breve relato de uno de esos contagios, devenido en intervención urbana.

Entre las líneas de libros que importa y comercializa Asunto Impreso hay libros de antigüedades, joyería y relojes. Estas líneas y sobre todo la última ha sido siempre del interés de Don Miguel Raab. Así, hace unos, diría yo, cinco años, luego de adquirir varios volúmenes para su biblioteca me invitó a conocerla. Raab es un verdadero coleccionista. Relojes, discos, herramientas, fornituras…Aquello que le gusta, siempre lo agrupa en centenares. Y su biblioteca sobre el tiempo y los relojes es igualmente imponente.

Fue ese mismo día en el que decidimos aunar su pasión (la historia del tiempo) y la mía (los libros). Nos pusimos a trabajar en un pequeño libro que diera cuenta, a través de fragmentos, de distintos abordajes sobre la cuestión del tiempo. Mis actividades de editor, fotógrafo y librero están íntimamente relacionadas con el tema. El tiempo como idea ha atravesado mi vida. Y si se detiene a pensarlo, seguramente también la suya.

No fue tarea sencilla. Un par de semanas más tarde nos dimos cuenta que el proyecto se nos iba de las manos. El universo a recortar era enorme. El tiempo es un tema humano por excelencia y de Heráclito a Hawkins eran demasiadas las voces que nos interesaban rescatar. Algunos textos superaron nuestras capacidades intelectuales y debimos recurrir a especialistas. Así Lorena Tcatch, Florencio Nocetti, Mariano Rapossi, y Noelia Billi aportaron sus saberes universitarios. Claudia Kozak abordó la relación de la cuestión del tiempo en el arte, Bernardo Ainbinder nos introdujo a un hermético Heidegger y Diego Golombek con su extraordinario don de divulgación participó con un recorrido lleno de humor por las principales ideas filosóficas del tiempo.

Sobre el tiempo dejó de ser pequeño y se transformó en un libro ambicioso que no intenta explicar qué es el tiempo, sino presentar algunos discursos que sobre esa cuestión nodal algo tienen para ofrecer. La fragmentación de voces en las que incurre Sobre el tiempo no sólo es la elección que tomamos con Raab para acercarnos a distintos universos raramente reunidos en una misma biblioteca, sino que representa además el espíritu con el que solemos “vivir la vida”, así como percibir y relacionarnos con el tiempo: a través de fragmentos que llamamos instantes. Sobre el tiempo se propone como un álbum en el que cada lector puede elegir qué instantes le son más significativos y sentirse así motivado a abrevar de distintas fuentes.

En su recorrido no dejó afuera a los griegos comenzando por los presocráticos, al saber chino, al hebreo, al cristiano. De Lao-Tsé, pasa a Mircea Eliade, a J.T. Frasser, a Deleuze, a Nietzche. Recorre los diferentes calendarios. Repasa las ideas de Copérnico, Galielo, Newton, Mumford, Hawking. Busca en Prigogine, Bachelard, Barthes, Freud, Piaget, Benjamin, Jameson, Lyotard, Castoriadis, Ingenieros, Marx, Derrida, Cacciari, Celan, Bergson, Virilio, y varios otros. Pide aportes a Kafka, Proust, Pessoa, Michaux, Yourcenar, Borges, Girondo y Macedonio.

El tiempo está en nuestro lenguaje, en nuestra imaginación. Es omnipresente en nuestra cultura. No existe cosmogonía sin la imposición cultural de una idea de tiempo.

Motivos para preguntarnos por la ontología del tiempo hay muchos, empezando por la angustia a la que la misma idea nos expone. El tiempo es tirano, y esa angustia, que nos somete a la ignorancia y la alienación, nos hace sus esclavos. Pero no hay garantías de liberación dadas por el simple hecho de hacernos preguntas; podemos detenernos por el tiempo, mas el tiempo no habrá de detenerse por nosotros.

Después de cuatro años de lecturas, la antología resulta así la puerta que comunica a distintos pensadores. Una introducción, una guía y la posibilidad de acceder en un único volumen a un corpus inconmensurable.


Breve historia de una intervención urbana

Estamos contentos con que el libro esté finalmente disponible.

Habitualmente, en la lamarcaeditora, cuando editamos un nuevo libro colocamos un ejemplar en la vidriera derecha de Pasaje Rivarola 115. Editamos unos treinta al año, así que siempre esta rotando. Pero esta vez elegimos otra estrategia: vaciamos toda la vidriera y la llenamos con cincuenta ejemplares del mismo título.

Los Raab por su lado nos pidieron otra veintena de ejemplares para exhibir en la vidriera de “La Chacarita” lo que produjo un doble y curioso efecto: la relojería tenía en su vidriera libros que en la tapa reproducían, a través de una foto que tomó el fotógrafo y vecino Ricardo Gona, esa misma vidriera llena de relojes de bolsillo. Y la editorial que lo había producido, situada en frente, reflejaba esa misma situación como si su vidriera no fuese de vidrio transparente, sino de espejo.

Luego a Juan Raab se le ocurrió armar una historia del tiempo a través de la exhibición de relojes de diversas tecnologías. Lo curioso es que no lo hizo en la vidriera de su relojería, sino en la vidriera de la editorial que se llenó de clepsidras, relojes de cebo, de aceite y tantos artefactos uno más curioso que el otro.

La Librería de la Imagen nos emuló y cedió su vidriera, así como Asunto Impreso que la tiene dividida en dos paneles. No paso mucho tiempo hasta que la óptica y la mutual decidieran sumarse a la propuesta en la que diez vidrieras de un mismo pasaje enseñan centenares de ejemplares de un mismo libro de tapa negra, blanca y naranja que se propuso hacerle frente a los transeúntes del pasaje.



Lo que comenzó como un intercambio y colaboración de vecinos, una diversión, un interés manifiesto por el quehacer del otro se convirtió, inadvertidamente, en una acción comunitaria. No sólo ofrecemos un libro en tanto novedad bibliográfica, sino que le decimos a nuestros vecinos que la obra que presentamos fue concebida y realizada con la intervención colectiva de varios vecinos, y en el pasaje.

Así, el caminante, al cruzar hoy por el Pasaje Rivarola, se sorprende y extraña. Es interpelado en tanto pasajero de una calle curiosa, y de un tiempo que damos en llamar presente... Es que al final, esta acción, no puede evitar señalar que, en tanto sucesión de instantes que huyen hacia el pasado, el tiempo no es más que un pasaje.

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