3/10/06

Revista IDT
Octubre 2006

Texto: Alejandro Larre
Fotos: Nora Lezano y Sebastián Arpesella























Guido Indij
PEQUEÑOS TESOROS


Fundó y dirige desde hace casi 15 años la marca editora, laboratorio visual que se caracteriza por sus propuestas llamativas e innovadoras. Responsable de la edición de libros como Cartele, Hasta la victoria, Stencil! y Perón mediante, el editor prepara, por estos días, una colección que constará de nada más y nada menos que 500 títulos.

Repasando el catálogo de la marca editora cualquiera cae en la cuenta de que editar puede ser algo parecido a un juego, y de que los libros, frutos de ese ejercicio lúdico, son antes que nada un placer. Esas son las primeras sensaciones. Una certeza adicional es la de que no ya no existe una definición para la palabra “libro”. En el mundo de LME, un barrilete puede ser un libro. Hasta una caja de cartón puede ser un libro. Y eso no es todo. También puede darse el caso de que un pequeño libro se convierta, de repente, en un poderoso proyector de imágenes en movimiento. Y con la sola tracción de un dedo pulgar (pulgarcine). Y una cosa más: se pueden hacer libros sin disminuir la cantidad de celulosa disponible en el globo terráqueo. Basta con conocer la magia de la serigrafía, comprar algunos metros de tela, y tener alma de artesano. ¡Libros lavables!

Guido Indij fundó LME en 1992, y desde entonces no paró de lanzar al mercado sus curiosos engendros editoriales. Paralelamente, le dio vida a Asunto Impreso, que fue primero una distribuidora, y que luego se convirtió también en punto de venta: Asunto Impreso Librería de la Imagen. Finalmente, la nueva empresa empezó a editar sus propios libros con el sello Asunto Impreso Ediciones.

Simplificando muchísimo, se puede decir que las preocupaciones de LME giran en torno a las artes plásticas, la fotografía, el ensayo y la poesía. Sin embargo, no sería faltar a la verdad decir –aunque suene un poco pretencioso– que lo que se persigue desde la editorial, en última instancia, es la belleza, sin importar demasiado los formatos. Sea como sea, LME tiene un catálogo que ya cuenta con más de 250 títulos, distribuidos en 14 colecciones. La mayoría de los libros se basan en imágenes, aunque también hay ensayos filosóficos, otros sobre la percepción, y varios libros de poesía.

Uno de lo títulos más conocidos de la editorial es el colorido Hasta la victoria, Stencil!, que recoge una infinidad de ejemplos de esta curiosa forma de intervención urbana, hoy tan en boga. Otro éxito de LME fue, hace ya algunos años, la serie que incluye Cartele y Proyecto Cartele, pequeños libros que reúnen fotografías de cientos de los más divertidos carteles callejeros. Por último, se deben nombrar las tres colecciones de “Cine DD2” (léase “de dedos”), que ya incluyen, en total, más de 45 diferentes folioscopios o flipbooks (libros-cine).

Y, al parecer, Indij no tiene la intención de parar de editar. Por el contrario, dice que siempre tiene entre manos una carpeta repleta de proyectos. “Para mí, pensar nuevos libros no es un trabajo: es un karma”, asegura.

Muchos libros de la editorial parecen haber sido ideados por un coleccionista. ¿Qué es lo que te mueve a editar este tipo de materiales?
Tengo una compulsión a registrar, a coleccionar, a ordenar. Tiene que ver con el oficio de fotógrafo, que fue mi primer oficio. Como editor, hago lo mismo: juntar cositas, clasificarlas, darles un orden, y después presentarlas en un formato que resulte atractivo. Una de las colecciones que más estamos desarrollando en la actualidad se llama “Registro Gráfico”, y tiene mucho que ver con esta obsesión de clasificar. Dentro de la colección, ya sacamos Hasta la victoria, Stencil!, Mitogramas, El libro de los colectivos y Perón Mediante (Gráfica peronista del período clásico), y pronto aparecerán uno sobre gráfica política de izquierdas, uno sobre gráfica en el tango y otro que se llamará Antiguo como la publicidad, que va a compilar publicidades gráficas de distintas épocas. También estamos preparando un libro que va a registrar todos los gestos que hacemos los argentinos para comunicarnos con las manos y las expresiones del rostro, que se va a llamar Gestiario: Repertorio visual del habla gestual de los argentinos. Creo que “Registro Gráfico” es una colección de época.

¿Por qué te interesa tanto registrar lo cotidiano?
Existen muchas cosas cerca nuestro, como ser los stencils o los colectivos, que, por estar tan cerca, nunca las miramos. El ejercicio que proponemos es el de detenerse a observar la belleza de esos objetos. Creo que fue la idea de que “lo pequeño es hermoso” lo que nos llevó, en la editorial, a prestarles atención a estos universos. Y, por otro lado, hay algunas cosas que hacen a nuestra identidad, que creemos que es importante registrar, porque con el tiempo desaparecen. Una persona que es retratada en una foto, por ejemplo, luego envejece o muere. Es en ese momento cuando sus fotografías cobran su valor pleno, cuando lo que registraron ya no existe. Cuando ese niño dejó de serlo. Lo mismo pasa con las cosas que están alrededor nuestro en la ciudad. Y no me refiero sólo a imágenes. A veces, cuando entro a un cyber en el que hay un montón de pendejos jugando en las computadoras, me pongo a pensar en que ese insoportable ruido de los disparos de esos juegos, dentro de cinco años, ya no va a existir, que será reemplazando por otros sonidos. Entonces, saco mi grabador portátil. Vivo clasificando cosas.

¿Te das cuenta de inmediato si un proyecto de libro va a funcionar?
En este oficio, hay un factor que es importante, y que muchas veces es karmático, que es el entusiasmo. A veces alguien me trae una idea que me gusta, y de inmediato le digo: “Dale, vamos a hacerlo”. Y a veces me voy al carajo. Sin embargo, uno tiene cierta experiencia, cierto olfato, y en general sabe darse cuenta de si algo va o no va. De todos modos, de los 50 libros que editamos al año, sólo alrededor de 10 surgen a partir de ideas que nos traen desde afuera de la editorial. Y hay que decir que recibimos entre dos y tres proyectos de libro por día. Pero tenemos que rechazar la inmensa mayoría. Parte del oficio del editor es saber decir que no.

¿No te dan ganas de publicar muchos más libros?
Sí, por supuesto. De todos modos, ahora tenemos un proyecto que nos va a permitir canalizar todo ese entusiasmo. Es una nueva colección que se va a llamar 12NA. Son libros de 15x15, y tienen solamente 12 páginas, de papel importante e impresión óptima. La principal virtud es que son libros de producción económica, y por eso vamos a poder decirle que sí a muchos proyectos a los que, de otra manera, deberíamos rechazar. Nuestra idea es que la colección conste de 500 títulos, que se editarán a lo largo de tres o cuatro años. Y las temáticas son muy variadas: fotografía, arquitectura, diseño, grabado, pintura, imágenes de archivo, etcétera. Ya armamos una red con socios en Brasil, en Chile, en México, en Venezuela y en España. Los libros van a tener un precio bajo, y van a estar distribuidos en cientos de puntos de venta, incluyendo, además de librerías, lugares no tradicionales. A los libros de 12NA yo los llamo pre-libros o proto-libros, porque no llegan a ser libros: son más bien un ejercicio de edición, anterior al libro.

En ese sentido, la colección servirá para testear el mercado: los pre-libros que funcionen podrán convertirse en libros…
Probablemente. En principio, lo que es seguro es que la colección nos va a permitir tener contacto con cientos de autores. Además, creo que los libros van a tener mucha visibilidad, van a funcionar de la manera en que funcionan las tarjetas postales gratuitas. Supongamos que vos, como pintor, vas a hacer una muestra. Una alternativa interesante es contratar el servicio de tarjetas postales para anunciar en muchos lugares el evento. Bueno, otra opción va a ser 12NA, que a la vez te va a servir como catálogo. No van a ser libros gratuitos, pero van a estar en cientos de puntos de venta, en unos exhibidores que van a ser como bateas.

De todos modos, aunque sean libros baratos, vas a tener que tener criterio…
Siempre tiene que haber un criterio editorial, porque cualquier libro que lleva tu marca también lleva tu nombre. Y eso es todo lo que tenemos. Por otro lado, en términos ecologistas, editar siempre supone cortar árboles. Entonces no podés editar cualquier cosa…

¿Tenés bien definido al público que compra los libros de la editorial?
Nuestro público no es masivo, pero es grande. Sabemos que hay mucha gente cool-ta [risas] a la que le interesan los libros que hacemos. En muchos casos, son lectores que no han leído a los griegos, pero que tienen un tipo de alfabetización que muchos lectores de los griegos no han incorporado. En buena medida, son como uno: tal vez no leen muchos textos, pero sí leen muchísimas imágenes. Conociendo esa sensibilidad compartida, editamos de acuerdo a nuestros propios gustos. Estamos convencidos de que hay, por ejemplo, 5.000 personas a las que les gusta cada uno de los libros que hacemos. Lo verdaderamente difícil es encontrar a esas personas.

¿Cuáles son tus expectativas con la editorial?
Hace algo más de 15 años que hago de éste mi medio de vida, así que resulta fundamental que la editorial sea una actividad redituable. De todos modos, no tengo la ambición de hacerme rico trabajando en el libro. Sé que, al ser LME una empresa de éxito, no sería difícil conseguir asociaciones que me permitan alcanzar la financiación y la capacidad productiva necesaria para llevar a cabo muchos más proyectos. Pero, por alguna razón, me resisto. Prefiero quedarme en el formato de empresa actual, trabajando al ritmo que puedo y quiero, de una manera bastante artesanal, disfrutando de mi trabajo. No tiene sentido perder todo esto sólo para crecer en tamaño.

¿Sería dejar de lado la actitud “independiente”?
En este momento, estamos editando 50 libros al año. Si tuviéramos que editar 100, lo que sería un buen número para sacarnos de encima la cantidad de ideas que tenemos, necesitaríamos tener tres personas más en la editorial, y también una nueva inversión de capital. Nos convertiríamos en otra empresa.

¿Prefieren tomarse las cosas con calma?
Jugamos con la variable tiempo. Sabemos que, siendo jóvenes, tenemos el tiempo a nuestro favor: podemos hacer libros que se vendan a lo largo de muchos años. No necesitamos agotar una edición es seis meses o un año. Tal vez tardamos siete años, y eso nos parece bien. Por eso, hoy, luego de 15 años de laburo, de los 200 títulos que lanzamos, debemos tener 180 vivos, en catálogo.

En términos globales, ¿cuál es la búsqueda de la editorial?
Básicamente, queremos hacer cosas lindas, cosas que nos gusten, cosas que nosotros mismos compraríamos. En otros casos, se trata de publicar libros que sabemos que otros no publicarían, y que nosotros creemos que se deben editar. Por tener esa actitud, nos hemos metido en un par de bailes… Uno de los últimos libros que publicamos, que se llama Memoria en construcción y propone organizar el debate sobre el futuro de la ESMA, fue un proyecto que se sobredimensionó. Derivó en una muestra, que estuvo en el Centro Cultural Recoleta, ocupando tres salas. Era un libro que alguien tenía que editar. Era proponerle un tema de discusión a la sociedad. Ahora estamos editando un libro fotográfico, de denuncia, sobre la situación de los vecinos de Ezpeleta, que viven rodeados por una planta de energía eléctrica de alto voltaje, que afecta directamente su salud. Es bastante trágico, y queremos mostrarlo con imágenes muy crudas. Obviamente, en otros casos, tal vez la mayoría, editar libros tiene que ver con satisfacer nuestro propio ego: hacemos realidad una idea que se nos ocurrió y que creemos que es buenísima. Pero siempre, en todos los casos, lo importante es tener la habilidad para concretar los proyectos. Porque ideas hay muchas. El laburo del editor es darle formato de libro a las buenas ideas.

¿Con qué editoriales emparentás a La Marca Editora?
Creo que no hay ninguna editorial con la que se pueda emparentar la nuestra. Hay muchas editoriales que me gustan mucho, seguro, editoriales que envidio, pero me parece que equivalentes a LME no hay ninguna. Es cierto que con algunas editoriales hay similitudes. Por ponerte un ejemplo, hay una editorial pequeña en Bahía Blanca que se llama Ediciones VOX. Con ellos, tenemos simpatía común y una mutua admiración. Por eso, decidimos asociarnos en una pequeña colección que se llama Asunto VOX, y cuyos títulos aparecen en ambos catálogos. Ya sacamos un primer libro, y estamos trabajando juntos para hacer 7 nuevos antes de fin de año. Por otro lado, hay dos editoriales francesas, Nathan y Galilée, que observamos todo el tiempo, y a las que les hemos comprado derechos repetidas veces.

¿Venden derechos propios al exterior?
Lo hemos hecho muy pocas veces, y yo te diría que eso tiene que ver con el tipo de libros que editamos. Si nosotros publicáramos filosofía de filósofos argentinos, como hace Libros del Zorzal, o si publicáramos literatura argentina, como hacen Paradiso, Interzona o El Cuenco de Plata, tendríamos la posibilidad de explotar mucho la venta de derechos. Pero no lo hacemos. La otra cuestión que, en nuestro caso, frena la venta de derechos es que trabajamos muchos sobre el objeto. Con esto, lo que te quiero decir es que nosotros podríamos vender los derechos de un flipbook, pero preferimos no hacerlo. En vez de vender los derechos, preferimos producir nosotros mismos los libros. De hecho, ya hicimos una serie de siete títulos para México, con temas mexicanos. O sea: nosotros hacemos los libros y nosotros los vendemos. Vendemos los átomos, no el archivo.

¿Cuáles son los libros de la editorial que mejor funcionaron?
Cartele y Proyecto Cartele funcionan muy bien, igual que Hasta la victoria, Stencil!. Buena memoria cumple diez años y esta en su cuarta edición. En el marco de la colección “Cine DD2”, que tiene 45 títulos y que este año contará con por lo menos diez más, se han editado más de un cuarto de millón de libros. Y te cuento un dato interesante. De esos 45 títulos, diez son de imágenes de archivo. El autor de las imágenes del resto de los libros es mi amigo Santiago Melazzini, quien, con esta colección, se convierte en el autor fotográfico argentino más vendido de la historia. Las tiradas de los libros son de 5.000 o de 7.000, y algunos títulos los reeditamos en tiradas de 5.000. Otro título que se vendió mucho es Diseño indígena argentino. Acaba de salir su tercera edición. Las dos primeras ediciones fueron de 2.000 ejemplares. De todos modos, en todos los casos se trata de mini-éxitos.

¿A qué te referís con “mini-éxitos”?
Me refiero a que nosotros no hemos tenido un best-seller, uno de esos libros que te permiten cambiar la casa, el auto o la estructura editorial. Nuestro laburo es editar muchas cosas lindas, y tratar de que ninguna se quede demasiado tiempo en el almacén. El mayor éxito del editor argentino es lograr seguir editando.


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